Te sorprendes si digo que te he encontrado por casualidad,
sin andar buscando nada, que me encantaría quedarme
y acompañarte un rato más pero que sintiéndolo mucho
llevo un montón de prisas y soledades a la espalda.
Así que nos despedimos, me doy la vuelta y escucho
como me gritas te quiero desde el otro lado del miedo,
y lo haces a voces, pero sin palabras… Y te creo,
te creo tanto que quiero girarme y decirte que yo también,
pero sé que no podría mirarte a los ojos,
porque me aterra leer verdad en tus pupilas
y que las mías solo digan mentiras