y el mundo diminuto en tus ojos.
Queriéndonos descalzos,
salvajes,
tropezados,
constantes.
Pura vida floreciendo en los almendros,
estallando primaveras al final de los veranos.
Te temblaban las piernas en las despedidas
y mi corazón,
aún intacto,
convulsionó al primer beso.
Beso de mejillas incendiadas
y la noche estrellada en tus pupilas.
Despertamos de un largo letargo
acumulado en otras vidas.
Fuimos dos niños en un tiroteo:
Tonto el que ame primero.
Fuimos dos niños del noventa y tantos
encendiendo una mecha muy corta
en dirección contraria a no olvidarnos.
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